miércoles, 2 de enero de 2008

La antidemocracia del Caucus


Faltan sólo HORAS para que comience (a las 7 de la tarde) el Caucus de Iowa. Será el punto de partida de ambas carreras presidenciales. En la noche podremos hablar de "ganadores" y "perdedores" y los analistas se darán un festín moviendo y analizando las piezas del ajedrez.  Pero ¿qué importa Iowa? 
Mucho, simbólicamente, y nada, en términos representativos. Por supuesto, lo primero ha pasado a ser mucho más relevante que lo segundo. En Slate dos columnas dispararon inteligentes municiones contra el procedimiento del Caucus, una manera engorrosa, primitiva, arcaica y tachada de antidemocrática en la que un estado irrelevante como Iowa parece transformarse por unas semanas en el centro del poder del país más poderoso del mundo. Los cuestionamientos no son nuevos, y tienen que ver con lo poco representativo que el proceso -que requiere asistencia presencial de los votantes de hasta tres horas, significa, y la exagerada importancia que los medios han dado al rol de Iowa. Por una parte, Jeff Greenfield  destaca que el caucus viola las reglas esenciales de la democracia: primero excluye a mucha gente al tener un horario y duración fija (hasta tres horas en el caso de los demócratas, 10 a 15 minutos en el caso republicano). Algo que refrenda una nota de ayer del New York Times sobre toda la gente de Iowa que, queriendo, no puede participar porque a esa hora trabaja. Greenfield destaca además algo que se hace evidente: el caucus Demócrata es mucho menos democrático -oh, las paradojas del lenguaje- que el Republicano. Mientras en el proceso del Grand Old Party la gente escucha un par de discursos, anota su preferencia en un papel y se va a la casa a esperar el conteo, en el Demócrata la gente se reúne con los representantes del candidato de su preferencia, en vista y presencia de todos, debe realinearse con los "grandes" si el suyo no es viable (o sea, tiene menos del 15 por ciento) y al hacerlo queda expuesto a las "negociaciones" -o sobornos, si uno va más lejos- de los representantes de los grandes, y más encima cada candidatura puede elegir un número limitado de delegados electorales, basado en la votación de cada precinto en las elecciones generales anteriores. O sea, no necesariamente gana el que tiene más adherentes; de hecho es muy probable que eso no ocurra. Greenfield cita a su vez una columna en el New York Times del 18 de diciembre firmada por Gilbert Cranberg (ex editor de la página editorial del diario Des Moines Register), Herb Strentz (ex secretario ejecutivo del Consejo de Libertad de Información de Iowa) y Glenn Roberts (ex director de investigación de The Register) en el que se hace referencia a otro "detalle": el conteo de las votaciones en cada precinto es un dato que los demócratas tienen al final del día -literalmente-, pero no dan a conocer. "Si la prensa no exige transparencia en eso, ¿entonces quién?", se preguntan esos autores. 
En una columna asociada, también en Slate, el  Christopher Hitchens siempre agudo, escribe que el caucus de Iowa es derechamente un proceso corrupto, avalado y avivado por los medios de comunicación, que son los que se benefician de toda la fiebre -atención del público, venta de espacios publicitarios- desatadas por esta votación indirecta -o "con los pies", como escribe Hitchens del proceso demócrata- disfrazada de primaria legítima.   
Con tanta precisión sobre los vicios de este proceso donde los principios de "una persona= un voto" y del voto secreto quedan postergados en pos del orgullo y la tradición de un pequeño estado campesino, uno queda listo para leer los resultados de esta noche con ojos más críticos. Pero, por supuesto, eso da lo mismo: lo que "significa" hace rato que es más importante que lo que "representa".Y lo que representa, el puntapié inicial de una carrera histórica, millonaria y febril, es suficiente para mantener la atención. 
En una nota relacionada, a propósito de las mañas del sistema, el New York Times da cuenta de la polémica en torno a la votación de los estudiantes que no son de Iowa, pero que votan ahí porque ahí estudian. Los nativos del estado se quejan de la invasión. La campaña de Barack Obama (que además ha ofrecido baby sitters gratis para los asistentes al caucus que lo necesiten, al igual que Hillary Clinton), los recibe con los brazos abiertos. Claro, su mensaje del "cambio" y del "momento histórico" prende particularmente fuerte en la juventud. 
Esta noche pretendo bombardear el blog con posteos de la situación en Iowa. No se lo pierdan. Con vicios y todo, esta noche se empieza a escribir una de las principales historias de 2008. La primera primaria-primaria -con voto secreto, proporcional, etcétera- será el próximo martes, en New Hampshire. Y en este blog, por supuesto. 


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