En el blanco invierno de Iowa y New Hampshire, una de las más grandes bolas de nieve que los candidatos se han lanzado lleva la frase "experiencia en política exterior". Ha sido tema -transversal, por lo demás, dado que la pelea se da en ambos partidos-, porque aunque ninguno de quienes corren en sus respectivas primarias ha sido presidente, algunos dicen tener más experiencia en política exterior que otros. En esto, claro, han llegado hasta el absurdo: ex gobernadores como Mike Huckabee (Arkansas) y Mitt Romney (Massachusetts), por el lado Republicano, y Bill Richardson (actual gobernador de New Mexico), por el Demócrata, además del ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, se ufanan de la cantidad de "líderes extranjeros" con los que se reunieron en sus respectivos mandatos y hasta de los viajes que han hecho (Giuliani incluso se jacta de los clientes extranjeros que ha tenido en su firma, Giuliani Partners, lo que no parece una muy buena idea dado los dudosos tratos de su rentable negocio). Algunos tienen más credenciales, claro: Bill Richardson (latino, dicho sea de paso), fue embajador de Estados Unidos ante la ONU, en el gobierno de Bill Clinton. El republicano John McCain es veterano y ex prisionero de guerra -un salvoconducto para hablar de política exterior y guerra, que es como lo mismo-, y en el senado se ha destacado en esos temas. Entre los Demócratas, otro que tiene el peso de la experiencia es el senador Joe Biden, veterano legislador que hoy preside el Comité de Relaciones Internacionales del Senado.
Romney, que igual reconoce que tiene poca experiencia, esta semana se ganó el premio a la intervención más atinada al decir que en este tema "no se necesita experiencia, se necesita criterio". Obvio, pero parece que alguien tenía que decirlo.
Hillary Clinton es otra historia. Ella ha insistido a lo largo de la campaña que haber sido la primera dama no sólo le dio "experiencia ejecutiva" -otra frase muy manida en la campaña-, sino también mucha experiencia en política exterior. No le debe haber caído muy bien el chequeo que el New York Times hizo esta semana de esa supuesta experiencia, en el que se estableció que en las decisiones más difíciles en el tema del terrorismo internacional debió tomar Bill Clinton (si bombardear Afganistán y Sudán en 1998) , el presidente y la primera dama estaban distanciados, escándalo Lewinsky mediante. Claro, es cierto que ella viajó y estrechó un montón de manos en el camino. Pero si le hacemos caso a lo que ella dice de sí misma, vendría a ser una primera dama que prácticamente cogobernó.
Y como la pelea de Hillary es con Barack Obama -y vice versa-, éste ha aludido a la mejor defensa para su falta de experiencia: esa es la gracia, porque yo soy el cambio, dice él. De qué sirve seguir haciendo las cosas como se han hecho los últimos 20 años -adentro y fuera del país- si estamos en tan mal pie. Obama, en su discurso, es la nueva manera de hacer y pensar las cosas. Además, Obama ha recordado que el trabajo de primera dama no es precisamente crucial ni influyente en estas materias.
La pelea entre Hillary Clinton y Barack Obama en cuanto a la política internacional ha escalado al punto de enganchar en una guerra de nombres: quién tiene más expertos asesorándolos y apoyándolos. Obama dijo que la mayoría de los especialistas de la administración Clinton estaban ahora con él y dio a conocer una lista de 45 nombres. Hillary contraatacó con 75, y prometió 80 más.
En esta última semana de campaña (el próximo jueves es el Caucus de Iowa), el asunto de la "experiencia en política exterior" se vio repotenciado -como si hubiera necesitado potencia- por el asesinato en Pakistán de la ex primera ministra Benazir Bhutto. Además de mandarle las condolencias a la familia Bhutto y al pueblo de Pakistán, cada candidato tuvo su papel en el concierto de declaraciones y reacciones. Y unos gritaron más fuerte que otros, como les contaré en el siguiente posteo.
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