domingo, 6 de abril de 2008

Mark Penn, fuera de la campaña de Hillary Clinton



Mark Penn pasó de ser el hombre más poderoso de la campaña electoral de quien sería la segura próxima presidenta de Estados Unidos a ser un hombre cesante. Bueno, no tanto.

La semana empezó terrible para Mark Penn, la cabeza de la criticada pero siempre sorprendente campaña de Hillary Clinton. Primero, se supo que el lunes, en su calidad de jefe ejecutivo de la conocida firma internacional de relaciones públicas (perdón, comunicaciones estratégicas) Burson-Marsteller se había reunido con el embajador del gobierno colombiano ante Naciones Unidas para darle algunas recomendaciones. Esto porque Colombia contrató a la firma para que representara sus intereses en Estados Unidos, particularmente en lo que se refiere a las negociaciones para lograr un tratado de libre comercio entre ambos países. Un problema, considerando que parte importante del electorado Demócrata, los trabajadores (importantes en Pennsylvania) detesta los TLC porque los culpan de haber aumentado el desempleo en el país. 

La retórica anti-TLC, enarbolada principalmente por John Edwards al principio de la campaña y luego por Barack Obama y Hillary Clinton, todos con un tono bastante populista,  ha sido relevante en las primarias. De hecho, antes de las primarias de Ohio Hillary Clinton se esforzó para convencer al electorado de que ella no había sido partidaria del NAFTA, aprobada durante el gobierno de un tal... Bill Clinton. Le sirvió para ganar Ohio, y era una pieza importante de su mensaje hacia los trabajadores Demócratas de Pennsylvania. Que se supiera que su jefe de campaña al mismo tiempo estaba ayudando a un gobierno latinoamericano para lograr su propio TLC no podía ser bueno. 

Mark Penn se disculpó por su "error de juicio", y el gobierno colombiano decidió despedirlo. O sea, prescindir de los servicios de su firma. En el comunicado del gobierno se consideró "una falta de respeto" que Penn hablara de la reunión del lunes como "un error de juicio. Peor aún, una representante de ese gobierno dijo que no había quedado claro si la reunión del lunes había sido con Penn como mano derecha de Hillary Clinton o con Penn como ejecutivo de Burston-Marsteller. (Ahora, para qué nos vamos a hacer los ingenuos: Penn era las dos cosas al mismo tiempo, y eso lo convertía en un mejor contacto)

Ya se había criticado a Penn por no dejar -o al menos congelar- su puesto en la firma para dedicarse a lo que se dedicaba: dirigir la campaña de Hillary. Si las dobles militancias son complicadas, aquellas donde una de las patas está puesta en una empresa de relaciones públicas (o lobby), son bastante más complejas. Y este era uno de esos casos. Pero como en Burson le seguían pagando su sueldo, Mark Penn no se quejaba. Ganaba por los dos lados.

Pero la fiesta se le acabó. Esta tarde, la campaña de Hillary Clinton emitió un comunicado declarando que el señor Mark Penn ya no trabaja con ellos, por decisión del propio Penn. No es que el hombre se quede sin voz en el comando, en todo caso: su empresa, Penn, Schoen y Berland Asociados, seguirá prestando el servicio de encuestas y consultoría política. 

Mark Penn, quien antes de trabajar para Hillary trabajó para Bill Clinton, había sido extensamente criticado dentro y fuera del comando de campaña de la senadora por los errores cometidos en la carrera. De hecho, esta salida se ha leído como una buena excusa de sus enemigos dentro del equipo de campaña para sacarlo del camino. A él se le atribuye la opción de haber presentado a Hillary Clinton como una mujer fría y racional, no haber previsto que la campaña se prolongaría más allá del SuperMartes del 5 de febrero -fecha en la que pretendían ganar cuando todo se veía tan fácil, por allá por diciembre-, y no haber logrado revertir las cosas. Su lugar será ocupado por Geoff Garin y Howard Wolfson, este último jefe de comunicaciones de la campaña. 

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