El fin de semana el pequeño escándalo desatado a partir de la revelación de unos dichos de Barack Obama en una reunión con contribuyentes en San Francisco el 6 de abril generó una serie de reacciones que podrían afectar el curso de las cosas. En las primarias Demócratas y/o en las elecciones generales de noviembre.
En el campo del sentido común (que poco aplica en esta carrera), es una polémica tonta, pero dado que el senador Obama sabe cómo funciona la política en su país, la primera tontera fue su propia elección de palabras. Hablando sobre los votantes de pueblos chicos del interior -como muchos en Pennsylvania y, peor, como muchos en Indiana, por ejemplo, donde se realizan primarias el 6 de mayo-, dijo que dado que eran una población castigada por las crisis económicas y dejadas de lado por sucesivos gobiernos, no era sorprendente que "se amargaran" y se aferraran "a las armas, la religión, a la antipatía hacia la gente diferente a ellos, al sentimiento contra los inmigrantes y contra el comercio como una manera de explicar sus frustraciones".
Suficiente para que la prensa conservadora y la campaña de Hillary Clinton denunciaran a Barack Obama como un hombre "elitista", "fuera de contacto" con los verdaderos estadounidenses y "condescendiente". Justamente los juicios-prejuicios con los que Obama ha debido luchar desde el inicio mismo de su campaña (expresada en la comparación de Obama con el latte de Starbucks versus Clinton con el café de máquina del Dunkin' Donuts). A un Obama que es negro, que nació en una familia pobre, que fue criado por su madre soltera y sus abuelos, su educación en Harvard le pesa más en la campaña que a una Hillary Clinton que nació en una familia acomodada, trabajó en poderosos bufetes y se sentó en poderosos directorios le pesa su educación en Yale.
La torpe elección de palabras de Obama (en rigor, les dijo "amargados" y, si se siguen los avisos que la campaña de Clinton produjo inmediatamente, insultó la religión y el derecho a las armas de los norteamericanos), le puede costar muy caro a Obama no sólo en Pennsylvania o en las primarias que sigan. Igual se cuenta con que pierda en Pennsylvania y en algunas de los procesos pendientes y siga contando más votos y delegados. El potencial problema de Obama es con los superdelegados, esos cerca de 800 líderes Demócratas que terminarán decidiendo la carrera. Como hemos dicho antes, parece claro que quieren ir con la voluntad de los votantes, pero si ven que su elección pone en riesgo la posibilidad de los Demócratas de ganar en noviembre, puede que cambien de opinión.
Hillary Clinton no perdió un momento para jugar esa carta. Inmediatamente asoció a Obama con otros "elitistas" que perdieron la Casa Blanca por no estar "en contacto" con el pueblo: Al Gore (si alguna vez esperó su apoyo, ahora cerró esa posibilidad) y John Kerry (quien ya apoya a Obama). Hoy por tercer día consecutivo Hillary Clinton acusó a Obama de "mirar para abajo" a la gente. "No podemos permitirnos que la gente piense que los Demócratas somos elitistas y fuera de contacto con la gente", dijo, reforzando su mensaje a los suerdelegados: puede que Obama "gane" en delegados y votos, pero no nos arriesguemos a perder en noviembre.
Obama ha pasado estos tres días contraatacando sin pedir disculpas: su mensaje es "lo que dije es cierto: que esos votantes han sido abandonados por sucesivos gobiernos" y que sobre la religión, aferrarse a ella en los malos momentos no tenía por qué ser una ofensa. Su problema es que ha abierto flancos de ataque no sólo para la campaña de Hillary Clinton, sino también para el partido Republicano y los conservadores en general. Hoy, John McCain se unió al coro para calificar las palabras de Obama como "elitistas" y críticos como Peter Wehner en esta columna en el National Review apuntaron a que el senador era "un liberal convencional". Un calificativo que tras décadas de vapuleo es una ofensa para muchos y una etiqueta poco conveniente para muchos más. "(Este episodio) demuestra que es un liberal cultural, lo que ha sido un cargo particularmente letal en las elecciones presidenciales", escribe Wehner.
Es exactamente lo peligroso para Obama y el partido Demócrata: no hay posibilidad de ganar la elección presidencial sin alcanzar al electorado de centro, y la identificación del candidato como un liberal, elitista y más encima negro puede ser una mezcla fatal (no es racismo; es la etiqueta que ha perseguido al partido Demócrata, ser el partido de los liberales elitistas muy educados y el de los afroamericanos).
Hillary Clinton -quien según el "Hillary Deathwatch" de Slate ha aumentado sus posibilidades de un 4,5% a un 14,2% gracias a este episodio- está tratando de sacar provecho de todo esto (con agregados: el fin de semana habló sobre cuánto le gustaba disparar y hoy se tomó una cerveza desde un jarrón de medio litro), pero al hacerlo está arriesgando las opciones del partido en noviembre (algo que correría también en sentido contrario sino fuera porque Obama es por mucho el más probable ganador de estas primarias, todavía). Según Ariana Huffington, "John McCain debería tomarse vacaciones; Hillary Clinton está haciendo el trabajo por él". Luego se pregunta: "Si ella ganara ¿con qué tipo de partido se quedaría? Está quemando la aldea para salvarla -o para probar que sería la mejor comandante de bomberos. Pero la aldea no se salvaría: sólo quedaría en pie una casa con dos habitantes: Hill y Bill".
Para Obama, su error podría terminar reportándole una ganancia, como plantean Avi Zenilman y Ben Smith en Politico.com. Para un candidato a menudo acusado de ser "demasiado débil" para enfrentar la maquinaria de ataques Republicana en una campaña general -un "problema" repetido bastantes veces sobre todo a principios de las primarias por Hillary y su campaña- mostrar que puede salir airoso de impasses como este y el ocasionado por los dichos del reverendo Wright, contraatacando con fuerza y carácter, puede ayudar a demostrar que es un candidato fuerte. O que lo será en noviembre.
Ese también es un mensaje dirigido a los superdelegados.
Y quizás Hillary Clinton esté exagerando su reacción contra los dichos de Obama. Eso plantea Noam Scheiber en The Stump, el blog sobre elecciones de The New Republic, a propósito de la intervención de hoy en el Foro de trabajadores del acero en Pittsburgh, donde Hillary volvió a hablar del tema (provocando algunos abucheos de los asistentes). "Si esto iba a hundir a Obama, debería haber pasado sin su ayuda (de Hillary). Ella se ha mostrado completamente cínica, recordándole a los superdelegados todo lo que odiaban de la era Clinton, y ha empezado a hacer aseveraciones sobre su propia autenticidad cultural que no pasarían el mínimo escrutinio".
2 comentarios:
Pancho,
No me parece un error de Obama. O sí, pero si se mira con la perspectiva demasiado interesada y malintencionada de spin doctor.
Mira esta columna.
http://robertreich.blogspot.com/
(igual votaría x hillary. Ha sufrido tanto...)
Exactamente, creo que es esa perspectiva interesada de los "spin doctors" la que un candidato tiene que tener en vista cuando elige sus palabras. Para qué entregarle semejante bocado a sus enemigos ahora (Hillary) y en noviembre (Republicanos) si podría haber dicho lo mismo de manera menos dañina para su propia campaña. La reacción ha sido tonta y exagerada, pero así es con cada "evento" en esta campaña, creo. Ahora, hablaría estupendo de los gringos si todos pensaran como Robert Reich (gracias por el link); supongo que eso estará por verse. Gracias.
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