Anoche en Belmont University, en Nashville, Barack Obama y John McCain se enfrentaron por segunda vez. Se supone que era un estilo "townhall", o sea, una especie de cabildo abierto donde los ciudadanos plantean sus preguntas. Pero muchos analistas familiares con el formato dijeron que esto era un "townhall" de mentira, por lo empaquetado del asunto. Lo importante es que hubo debate y no pasó mucho. Para algunos, francamente aburrido (a mí no me aburrió, pero bueno, cada uno con sus gustos), para otros, el peor debate de la historia. Para 63.2 millones de personas pareció una buena opción para sintonizar un martes en la noche.
Para la historia de la carrera, sin embargo, otro triunfo de Barack Obama, que "ganó" simplemente al no perder.
Con los temores por la crisis económica acentuándose, la candidatura de Obama mantiene su liderazgo en las encuestas nacionales y, más importante aún, en casi todos los estados decisivos (Indiana se sigue inclinando por McCain, y en Missouri la ventaja de Obama es de ínfimos 0.3 puntos en el promedio de las encuestas).
La elección del 4 de noviembre está casi encima y eso no sólo se puede ver en el calendario; también puede verse en el tono de la campaña de McCain, que ha acentuado con agresividad las dudas sobre la persona de Barack Obama (resignados a que si se trata de temas, de asuntos clave, no tienen por dónde). La campaña de Obama también ha contestado, y por lo mismo se especulaba que anoche McCain podía irse al ataque. Pero cuidadoso de no mancharse él mismo con las jugadas de su campaña, el senador McCain evitó atacar frontalmente a su adversario, criticándolo sólo en sus propuestas, sus opiniones y sus votaciones en el Senado.
Una de las frases recordables en todo caso fue cuando McCain, quizás determinado en convertir a Obama en un Voldemort de la política (innombrable, para los que no leyeron Harry Potter) se refirió al Demócrata como "that one" ("ese"). Hilarante. Ya deberían empezar a hacerse poleras con la cara de Obama y la leyenda "That one".
En términos televisivos, el formato (con los candidatos caminando con micrófono en mano, enfrentados al moderador Tom Brokaw y a un público seleccionado -80 personas declaradas como indecisas- que hizo preguntas) no podía hacerle bien a McCain: se le notó su edad, y tuvo al final la mala suerte de cruzarse frente a la cámara de Brokaw cuando éste se estaba despidiendo (parecía un viejo desorientado, gagá, con todo respeto). Obama, en cambio, le sacó partido a su elocuencia y a sus años de profesor en Harvard, como observó Noam Scheiber en el blog de The New Republic. En el próximo y último debate (la próxima semana en Nueva York) se retomará el formato tradicional.
El consenso era que McCain necesitaba dar un golpe que alterara las cosas, un "game changer". Y no lo logró. La campaña de McCain destacó que "ganó" (cómo no) porque puso cosas nuevas sobre la mesa. Pero lo que puso -un plan de 300 mil millones de dólares para comprar todas las hipotecas morosas de manera de que esa deuda fuera del Estado y éste negociara con los deudores, para que éstos no tuvieran que irse de sus casas- no sólo es tremendamente populista, sino además tremendamente socialista. Y eso no le cayó muy bien a su base más conservadora. Hasta hace poco el discurso de McCain (y probablemente aún lo es entre los conservadores) es que la crisis inmobiliaria es culpa de los deudores irresponsables que tomaron créditos que no podían pagar. Y ahora McCain propuso una suerte de perdonazo a expensas de un estado que ya cojea, cuando por otro lado repite el mantra Republicano de la necesidad de achicar el estado y recortar el gasto fiscal.
En general, en el análisis parece haber consenso en que nadie ganó realmente el debate. Pero las encuestas después del evento anoche le dieron el triunfo a Barack Obama. En el sondeo de CNN, un 54% dijo que Obama había ganado, contra un 30% que dijo que había sido McCain.
Hoy, la campaña de McCain subió el tono de los ataques personales contra Obama. Hasta la siempre muda -y temerosa de hablar- Cindy McCain abrió la boca para criticar a Obama. El mantra es "¿Quién es realmente el Senador Obama?". La desconfianza en la persona del Demócrata ha sido reforzada no sólo por los discursos de McCain y sus dos mujeres, sino también y principalmente por una serie de avisos televisivos del terror.
Lo que más miedo da, en todo caso, es Sarah Palin. Les cuento de eso en el próximo post.
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