Actualmente, en Texas, en las encuestas Barack Obama y Hillary Clinton están empatados (Obama tiene en promedio una ventaja estadísticamente insignificante: un punto). En Ohio, Clinton tiene una ventaja de cuatro puntos en promedio. El problema para Hillary Clinton es que en Texas el sistema de votación -que es "mixto", o sea, la gente vota en primarias en el día y luego, en la tarde, participa en "caucus" para elegir una fracción más pequeña de los delegados- favorece a Obama, porque su campaña ha probado ser más efectiva en organización en terreno y movilización de votantes.
De manera que el martes Texas será el epicentro de la expectativa. O de la esperanza, para algunos. Un vistazo resumen de lo que está en juego:
Bill Clinton estaba tratando de motivar al electorado cuando el 20 de febrero dijo: "Si ella (Hillary) gana en Texas y Ohio, creo que será la nominada. Si no gana ambos estados, no creo que pueda serlo". En la primera parte estaba un tanto confundido: lo que ganaría Hillary Clinton en caso de quedarse con la victoria en esos dos estados no sería la nominación, sino la posibilidad de seguir en carrera. Y ganará el título de "la que está de vuelta", lo que le permitiría presentarse como una candidatura "heroica". Los números que necesita son mucho más complicados que simplemente tener la mayoría en esos dos estados del "Supermartes 2". Pero Bill Clinton tenía razón en la segunda parte de su afirmación: si Hillary Clinton NO gana AMBOS estados, su candidatura empezará a oler tan mal que no necesitará de estrategas políticos, sino de investigadores forenses.
El viernes pasado, sin embargo, la campaña de Hillary Clinton trató de dar vuelta la presión, con un comunicado en el que aseguraban que si Barack Obama NO gana los cuatro estados que votan el martes 4, después de todos los recursos y toda la campaña que ha hecho ahí (¿no es lo que hace cualquier candidato?), sería una señal de "hay un problema" con la campaña de Obama.
Parece una manera bastante burda de invertir la balanza. Pero hay algo en lo que tienen razón: Obama es ahora el favorito -y para muchos el inevitable, el que ya ganó- y cualquier obstáculo en cerrar el asunto de una vez por todas sería indudablemente un tropiezo que lo pondría a prueba.
Lo que más preocupa a los líderes Demócratas es qué pasará en el partido si la pelea sigue. "Hillary Clinton está como los Beach Boys cuando llegaron los Beatles: no puede creer que llegó alguien nuevo a tomar su lugar", dijo muy apropiadamente Bob Shrum en Meet the Press, el clásico dominical de NBC. "Hay una gran lucha dentro del partido, entre el viejo orden y el nuevo orden que está emergiendo", sentenció. Shrum, un estratega Demócrata de larga data que ha trabajado con John Kerry y Ted Kennedy comentó que incluso quienes apoyan a Hillary Clinton le han comentado que prefieren que si su candidata pierde este martes, pierda en Texas y en Ohio, para que la carrera se termine de una vez.
Por supuesto, es lo que quiere la campaña de Obama también: dar el golpe definitivo. Y, como cuenta esta nota de Adam Nagourney en el New York Times, está invirtiendo el doble que la campaña de Clinton en Texas y Ohio. Y hoy fue el día de exigencias: tanto los Demócratas que apoyan a Obama (cómo no) como otros líderes que no han apoyado a ninguno de los dos, comoel ex precandidato Bill Richardson, pusieron presión en la campaña de Clinton. Como dijo Richardson: "El martes es el Día D".
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