Como se preveía aún antes de las victorias de Hillary en Texas y Ohio (aun cuando a fin de cuentas en Texas Obama terminó ganando, en términos de delegados), Obama prácticamente ya ganó la carrera. La gran mayoría de los analistas ahora se han dedicado a hablar de las escasas posibilidades de Hillary Clinton de arrebatarle la nominación a Obama o derechamente a preguntarse cuándo irá la senadora a admitir su derrota. Algunos -como David Brooks en esta columna en el New York Times o la siempre aguda Maureen Dowd en su tribuna en el mismo diario- han especulado con la idea de que para Clinton la situación es "si no soy yo la nominada, prefiero que las elecciones generales las ganen los Republicanos". Esto porque la prolongación de una campaña donde tiene tan escasas posibilidades estaría sólo dañando al probable candidato Obama frente al seguro candidato McCain. Otros, sin embargo, aseguran que la continuación de la pelea no daña al partido Demócrata, porque al fin y al cabo le asegura presencia constante en la prensa.
Sobre lo que pase en las próximas semanas hay un par de asuntos en los que parece haber consenso.
-Que en las primarias de Pennsylvania, el 22 de abril, va a ganar Hillary Clinton. Tiene más de quince puntos de ventaja en las encuestas y parece muy improbable que Obama dé la sorpresa.
-Que la victoria en Pennsylvania no le sirve a Hillary si es por menos de 20 puntos. Como todo el mundo sabe que va a ganar en ese estado, tiene que dar una verdadera paliza. Aún así seguiría abajo en la tabla de delegados y de voto popular, pero al menos mostraría que aún tiene fuerza para seguir en carrera.
-Que tras ganar en Pennsylvania, Hillary necesitaría ganar North Carolina, el 6 de mayo. Ahí Obama tiene en las encuestas una ventaja de más de 12 puntos. Si gana Clinton, puede presentarse como una amenaza. Algunos analistas aseguran que Hillary se va a retirar de la carrera después de perder en North Carolina.
Son cálculos que pueden mantener entetenida la carrera, pero para que el resultado final cambie -que Barack Obama sea el nominado Demócrata-, Hillary necesita un milagro, o un desastre, depende de por dónde se mire.
Hillary Clinton creyó que ese "milagro" se había producido hace un par de semanas, cuando empezaron a circular videos con extractos de las prédicas del Reverendo Jeremiah Wright, el pastor que lidera la iglesia a donde asiste Barack Obama y su familia desde hace 20 años. Los extractos resultaban incendiarios para la sensibilidad "americana" -"Dios maldiga a América", decía- aunque hay que decir que para un observador extranjero su lógica no tiene nada de irracional: básicamente planteaba que Estados Unidos mató a mucha más gente bombardeando Hiroshima y Nagasaki que los que murieron en los atentados a las torres gemelas.
Fue quizás la crisis potencial más seria que ha enfrentado la campaña de Obama -a quien Wright casó y cuyos hijos el pastor bautizó-, pero el senador la superó con destreza. El 18 de marzo se paró en el Constitution Center de Philadelphia (Pennsylvania) y abordó el tema racial en un discurso , titulado "A more perfect union" ("Una unión más perfecta"), que algunos analistas saludaron como un hito -o un hito si se llega a convertir en presidente, de la manera en que el discurso de John Kennedy sobre el catolicismo se convirtió en un hito en su propia carrera- y otros acusaron como insuficiente. Como sea, Obama dijo que no compartía los dichos de su pastor, pero que no podía condenarlo, tal como no podía condenar a los afroamericanos que se sentían y pensaban como Wright y tal como no podía condenar a su propia abuela materna, "una señora blanca que una vez me confesó que sentía miedo de los negros que pasaban cerca de elle en la calle y que a menudo expresaba epítetos raciales que me hacían tiritar". En resumen, planteó que el racismo -y los resentimientos de uno y otro lado- era un punto pendiente en la vida de Estados Unidos que su país tenía dificultades en enfrentar pero que había que hacerlo de una buena vez. Y, quizás más importante, encerró el resentimiento racial en un tema generacional: no culpemos a Wright ni a mi abuela por lo que vivieron; pero nosotros (yo, Obama) somos otra generación. Y yo (Obama) como nadie (porque soy negro y blanco) puedo sintetizar esa unión más perfecta que el país necesita. Brillante.
Ha sido quizás el hito más importante en estas semanas sin primarias en la carrera presidencial. Primero, porque puso sobre la mesa un tema que puede ser muy complicado para la campaña de Obama en las elecciones generales: la resistencia del votante blanco asustado con los negros "extremistas". Y segundo, porque Obama salvó por el momento una crisis que podría haberlo hundido y, según muchos analistas, salió fortalecido.
Hillary Clinton pudo haber aprovechado mejor el momento difícil de la campaña de Obama, pero se topó con dos grandes contratiempos.
Primero, el ex precandidato Demócrata y gobernador de Nuevo México, Bill Richardson, apareció declarando su apoyo a Barack Obama. Richardson no sólo es latino, sino que principalmente es un prominente superdelegado. Y en una carrera que Hillary Clinton tiene perdida en cantidad de votaciones, cantidad de delegados y probablemente en voto popular, los superdelegados son su última esperanza. Su problema es que los superdelegados parecen estar mirando con más simpatías al senador Obama, y el apoyo de Richardson fue visto como el certificado de que los Clinton ya no eran imprescindibles ni para los más partisanos de los Demócratas (algo que antes de estas primarias era prácticamente un dogma).
Segundo, la pillaron en una burda mentira. En enero y luego en marzo, Hillary Clinton contó una emocionante anécdota: en 1996 fue en su calidad de Primera Dama a Bosnia, y según su relato, el avión aterrizó en un momento de tanto peligro que debieron suspender la ceremonia de bienvenida y tuvieron que "correr con la cabeza escondida" porque estaban bajo el fuego de francotiradores. Una muestra más de su experiencia internacional y su paso por zonas de conflicto. Desde un principio hubo recuentos que disputaban su versión -la supuesta peligrosidad de la situación-, pero ella los desestimó. Hasta que CBS encontró el video del aterrizaje aquel... con ceremonia de bienvenida incluida, con Hillary muy sonriente saludando a una niña chica que le cantó, y muy acompañada de su hija Chelsea. Ups. Enfrentada a un desmentido tan irrevocable, Hillary se excusó diciendo que se había expresado mal, que en realidad se acordaba de que al aterrizar le comentaron en el avión que debían tener mucho cuidado porque estaban en una zona de guerra (aunque era marzo de 1996, cuando la guerra ya se había terminado). No le sirvió mucho. Hillary Clinton quedó como mentirosa. El ex Watergate y biógrafo de Hillary Carl Bernstein ya habla de "la debacle de Bosnia".
Bonus Track: el popular senador de Pennsylvania Bob Casey, quien en 2006 ganó su puesto con un 59 por ciento de los votos, apoyó públicamente a Barack Obama. Casey es un católico irlandés, y es un líder prominente para el público esquivo de Obama: trabajadores blancos.
De manera que ahora la canción se llama "Cuándo se baja Hillary". Ella sigue repitiendo que seguirá hasta la convención en Denver, el 25 de agosto. El senador y ex precandidato Demócrata Chris Dodd dice que la carrera se tiene que terminar ahora. El senador Patrick Leahy llamó a Clinton a bajarse definitivamente porque estaba afectando las posibilidades de Obama en las elecciones generales mucho más que cualquier cosa que John McCain hubiera dicho. Barack Obama dice que "Hillary puede seguir todo lo que quiera en carrera". Y Jonathan Alter, en Newsweek, escribió que Hillary ya tiene un premio de consuelo: ser gobernadora de Nueva York.
(La foto es de Damon Winter de The New York Times. Please don't sue me, Damon).
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