lunes, 25 de febrero de 2008

¿Se terminó la carrera?


Si uno lee la
prensa política en esta última semana, es fácil llegar a la conclusión de que la históricamente disputada carrera por la nominación Demócrata ya terminó, y que el candidato elegido para enfrentar a John McCain en noviembre es el senador Barack Obama. Tal cual. 

Por cierto, matemáticamente -ese adjetivo que se suele igualar con "cierto, pero intrascendente"- Hillary Clinton tiene posibilidades de tomarse revancha y ganar la nominación; y matemáticamente es muy probable, casi seguro, que las primarias se terminen sin que ninguno de los dos candidatos haya alcanzado la "cifra mágica" de 2.025 delegados. Pero vamos, asumámoslo, nos gritan los entendidos, los "insiders", los columnistas y analistas: no hay manera de que Obama no sea el candidato. 

¿Cuál es el cálculo detrás de tan categórica conclusión? 

Hillary Clinton necesita ganar Ohio y Texas el próximo martes 4 de marzo (cuando también voten Vermont y Rhode Island). Eso para empezar. Bill Clinton lo dijo clarísimo: no hay posibilidades de seguir si no gana esos dos estados. Las cosas podrían no lucir tan mal para su campaña: en Ohio gana en las encuestas -aunque por un margen que se estrecha y que ya va en siete puntos- y en Texas... bueno, en Texas ya están empatados. El problema, su problema, es que no sólo tiene que ganar: tiene que barrer. Y eso no se ve tan probable. Paso a copiarle a Al Kamen, del Washington Post, quien el viernes pasado escribió que la carrera estaba terminada y explicó por qué: Para recuperar el liderazgo en el conteo de delegados elegidos (dígase "normales", dígase "no-súper"), Hillary Clinton necesita ganar el 58 por ciento de todos los que quedan por elegirse. Ahora, si Obama gana en los estados donde es favorito, Vermont, Mississippi, North Carolina y Oregon, Clinton necesitaría un 65 por ciento de los votos en los estados clave -repitan conmigo-: Ohio, Texas y Pennsylvania. 

Como apunta Kamen, la razón de fijarse tanto en los delegados normales y no en los superdelegados es porque parece claro que el partido -y sus super-duper-lo-que-sea- van a adoptar la vieja costumbre de hacerle caso a la mayoría (lo contrario provocaría una crisis de legitimidad con los votantes y dentro del partido). Si se trata del voto popular, Obama lleva una ventaja de cerca de un millón de votos. Si la campaña de Clinton lograra hacer valer las elecciones "de mentira" en los estados castigados de Michigan y Florida -donde Obama no estaba en el voto-, el senador aún tendría 300 mil votos de ventaja, en caso de que a alguien en el partido le importe.   

Al Kamen está tan seguro que ya llamó a los lectores a sugerir un candidato a vicepresidente que acompañe a Obama en el voto Demócrata. El mail, por si quieren ayudarle, es obamaveep@washpost.com. 

Con tal soga en el cuello, Hillary Clinton se juega por lo menos su supervivencia el próximo martes.  Y no sólo el empate estadístico en las encuestas en Texas parece preocupante para su campaña: el sistema de votación en ese estado es una mezcla de Primarias con Caucus (Tan mezclado como la comida tex-mex, bromeó Bill Scheider en CNN). La campaña de Obama ha demostrado una eficiencia arrolladora en motivar y movilizar gente, y por lo tanto los caucus son su fuerte. 

Dos piezas en la prensa del fin de semana que pintan más negras las nubes sobre Hillary Clinton. "Campaña de Clinton dividida en cuanto a la estrategia", escriben John F. Harris y Mike Allen en The Politico. La división estaría dada entre la opinión del muy, muy cuestionado jefe de la campaña Clinton, Mark Penn, y la del resto del mundo en el avión Hillary. Penn aboga por una estrategia frontal y agresiva contra Obama, enfatizando que el pobre hombre no está listo para ser comandante en jefe en un tiempo de desafíos urgentes a la seguridad nacional (Me permito recordándoles que seguimos hablando del partido Demócrata, aunque no lo crean). El resto del mundo opina que Hillary no debe ir al ataque, porque eso hasta el momento no ha resultado y porque en caso de que Obama gane la nominación le estarían dando argumentos en bandeja a John McCain para la campaña presidencial y pondrían en riesgo -oh, horror- la oportunidad de recuperar la Casa Blanca. Además, la estatura de Hillary Clinton se vería severamente dañada en el Senado, que sería el lugar donde la señora tendría que volver a trabajar. 

La otra pieza dominical, gentileza del New York Times, donde Patrick Healy escribe que en la campaña de Hillary la moral está abajo, y que algunos trabajólicos ya no lo son tanto. Ahora se permiten apagar la BlackBerry, irse a casa temprano y descorchar un vino. Tal cual. En la campaña además, según la nota de Healy, se comenta un cambio de actitud de la candidata: antes, cuando era "la inevitable", decía "cuando sea presidenta". Ahora no. Ahora les habla a sus colaboradores sobre la importancia de concentrarse en el trabajo del día a día (a lo mejor por eso después se van a tomar vino: el día se acabó). Algunos se han peleado a gritos entre sí, y los contribuyentes que actuaban como recaudadores de fondos ahora le piden a la prensa que sólo se refieran a ellos como "donantes". 

El lunes, Hillary enfrentó a la prensa con cara de "no me duele, estoy feliz de la vida" y desestimó las historias sobre la baja moral en su equipo. 

El gran Frank Rich dedicó su columna dominical del NYTimes al desastre en la campaña de Hillary Clinton, con especial mención a Mark Penn, el estratega que -según apunta Rich- aunque ha cobrado millones de dólares por sus servicios a la campaña no ha dejado de lado su trabajo normal, como ejecutivo de relaciones públicas de la firma Burson-Marsteller. Rich describe en detalle cada uno de los "malos cálculos" de la campaña, el desorden y la ineficiencia con que han salido a terreno, versus la disciplinada campaña de Barack Obama. "Esta es la candidata que repite que es tan competente que estará lista para gobernar desde el día uno", escribe Rich. 

Por el enérgico tono en sus alocuciones de ayer lunes, uno puede deducir que la doctrina Penn ganó: Hillary está yendo a la ofensiva, repitiendo frases como "comandante en jefe", "seguridad nacional" y, por supuesto, "lista desde el día uno". 

Es Hillary Clinton entrando a la semana que definirá su continuidad en la carrera por la nominación que en diciembre pasado daba por segura. El próximo martes, su éxito será seguir (políticamente) viva. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mark Penn me parece un vendedor de humo. Su último libro, cuyo título no me acuerdo ahora, era una sarta de afirmaciones tipo gurú del marketing que me parecieron un poco tiradas de los pelos. Además, el obvio conflicto de intereses de que siga trabajando en BM.