domingo, 17 de febrero de 2008

¿Puede el Premio Nobel lograr la Paz?


Ya estoy de regreso a mi estación de trabajo después de un viaje profesional por otras latitudes. Mis disculpas por el obligado silencio y mis agradecimientos por volver a sintonizar factor20008
El título, por supuesto (que pudo ser "Una película Gore", o "El premio Gore-do", o "El pacificador"), se refiere a Al Gore, el supra-Demócrata, ganador del Premio Nobel de la Paz por denunciar con fuerza el calentamiento global y quien ahora tiene otro problema entre manos con un calentamiento progresivo: la carrera Demócrata por la nominación del partido. 
Como se habrán enterado, en esta semana pasaron cosas importantes en las primarias de ese partido, que podemos resumir en una frase: Barack Obama lo ganó todo. Como resultado, ahora Obama lidera la carrera Demócrata, aunque por un margen estrecho. Y si antes se hablaba mucho de los delegados, ahora toda la atención -y la tensión- está puesta sobre los superdelegados, que son los delegados que pertenecen a la estructura del partido, una especie de consejo de ancianos que admite también entre sus filas a gente post-púber con un currículum de "insider" del partido (el otro día en CNN Anderson Cooper entrevistó a un superdelegado de ¡21 años!).  
En corto, se supone que en una situación tan estrecha como esta, donde es muy posible que ninguno de los dos candidatos termine las primarias con los 2025 delegados que se requieren para asegurar la nominación (y por lo tanto convertir la convención Demócrata de agosto en una lluvia de globitos azules y rojos sobre el o la nominado-a), los superdelegados, como representantes del partido -y que ya están contando en la suma de uno y otro candidato- deben desequilibrar la balanza. ¿Cómo lo deben hacer? Ja. Esa es la pregunta que tiene a las campañas peleando. Si le preguntan a la campaña de Hillary Clinton, los superdelegados deben votar por el o la candidata para la cual fueron elegidos -aun cuando ellos son por definición libres de votar por quien quieran. Claro, Clinton lidera cómodamente el conteo de superdelegados en sus filas. (Aunque uno muy prominente, el representante John Lewis,  ya anunció que votaría por Obama). 
Si le preguntan a la campaña de Barack Obama, los superdelegados no pueden distorsionar -o sea, producir un resultado distinto- que lo expresado en el voto popular, representado en la cantidad de delegados-a-secas elegidos proporcionalmente. Claro, Obama lidera cómodamente el conteo de delegados "rasos". 
Entre medio, a los superdelegados -que son cerca de 800- los llaman varias veces, todos los días, para pedirles que se plieguen a una u otra campaña. Y ellos, en vista del bastante probable escenario de que las primarias terminen sin haber elegido un candidato, ya están tratando de ponerse de acuerdo. 
Y ahí es donde entra en escena... ¡Chachán! Gore, Al Gore. El hombre Nobel es un superdelegado, por supuesto, y dado que el que solía ser el Demócrata líder espiritual, Bill Clinton, está convertido en un guerrillero de batalla peleando por la opción presidencial de su dulce esposa, Gore, Al Gore, tiene que hacerse cargo. Y ahí está, tratando de conciliar a las partes, conversando mucho y felicitándose de no haber apoyado públicamente a ninguno de los candidatos. La preocupación principal, por supuesto, es evitar que la guerra se torne tan sucia -o simplemente tan peleada- que ponga en peligro la opción Demócrata para ganar las elecciones generales en noviembre, sobre todo ahora que los Republicanos ya tienen clara -aunque no oficialmente- su carta. 
Este martes la carrera sigue en Wisconsin, estado para el que el favorito es Barack Obama, aunque su margen de ventaja en las encuestas es estrecho: apenas cuatro puntos en promedio. De todas formas ya está escrito el libreto: Hillary Clinton está jugando a que no le importa mucho Wisconsin, de manera que perdiendo por poco o ganando -que también es posible- puede hablar de un excelente resultado (tratando de parar el "momentum" de Obama, que viene en racha) en vistas de los estados que realmente le importan: Texas y Ohio, que votan el 4 de marzo y donde la senadora tiene una amplia, muy amplia ventaja. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oiga, ¿hace cuánto que no pasa que van a una convención sin saber el candidato?

Gracias...

Francisco Aravena F. dijo...

Desde 1952, cuando en la Convención Nacional Demócrata ganó el gobernador de Illinois Adlai Stevenson. Se supone que él no quería buscar la nominación, pero al presidente Harry Truman le parecía una buena idea. Al final los delegados se convencieron de que Stevenson -que era local: la convención era en Chicago- era el mejor candidato. Pero en las elecciones presidenciales Dwight Eisenhower (cuyo vice presidente era un tal Richard Nixon) ganó por paliza. En 1956 estaba claro que Eisenhower iba a ganar la reelección. Pero Adlai quería una revancha y fue por la re-nominación. No le costó demasiado quedarse con el cupo en la Convención. Ahora, un par de coincidencias: político de Illinois, gran orador, con promesa de renovación de la política, agenda liberal y fuerte en el voto juvenil.